La circunstancia que ayudó a aumentar la tiranía de la nobleza, y por lo tanto los sufrimientos de las clases inferiores, se derivaba de las consecuencias de la conquista de Inglaterra por el duque Guillermo de Normandía. Cuatro generaciones no habían sido suficientes para mezclar las sangres rituales de normandos y anglosajones, o para unir por un lenguaje común e intereses mutuos dos razas enemigas, una de las cuales todavía disfrutaba el placer del triunfo, mientras que la otra gemía bajo las consecuencias de la derrota. El poder lo ejercía la nobleza normanda tras el resultado de la batalla de Hastings, y había sido usado, según lo asegura la historia, con manos no precisamente moderadas. La raza de príncipes sajones, así como también la nobleza, había sido exterminada o desheredada, con pocas o ninguna excepción; tampoco era grande el número de los que poseían tierras en el país de sus padres, incluso como propietarios de la segunda o inferior clase. La política real había procurado por todos los medios debilitar la fuerza de una gran parte de la población, considerada justamente como portadora de una inveterada antipatía hacia sus vencedores. Todos los monarcas de raza normanda habían mostrado sólo predilección por los súbditos normandos; las leyes de caza y otras muchas, ignoradas por el más suave y más libre espíritu de la Constitución sajona, habían sido atornilladas a los cuellos de los subyugados habitantes para añadir peso, si ello fuera posible, a las cadenas feudales con las cuales ya iban cargados. En la corte, y en los castillos de la nobleza, donde la pompa no tenía parangón posible, el único lenguaje empleado era el franconormando; en las cortes de justicia los juicios se celebraban en la misma lengua. En una palabra, el francés era el lenguaje del honor, de la caballerosidad e incluso de la justicia. Por otra parte, el masculino y expresivo lenguaje anglosajón era relegado al uso de los ignorantes campesinos. De todas maneras, la necesaria convivencia entre los señores de la tierra y aquellos seres inferiores que la cultivaban, ocasionó la formación gradual de un dialecto que podríamos situar entre el francés y el anglosajón y mediante el cual podían hacerse entender las dos clases. De esta necesidad surgió paulatinamente la estructura de la lengua inglesa actual, mezcla del habla de vencedores y vencidos y que, desde entonces, ha sido enriquecida con importaciones de las lenguas clásicas y de las lenguas de la Europa meridional.