—Por el esplendor de la frente de Nuestra Señora, que este caballero ha sido desheredado al mismo tiempo de la cortesÃa y de sus tierras, dado que se propone presentarse ante mà sin descubrir el rostro… Decidme, cortesanos —dijo dirigiéndose a su comitiva. ¿Quién podrá ser este galante caballero que tan orgullosamente osa portarse?
—No podrÃa decirlo —contestó De Bracy—, ni nunca pude imaginar que entre las tierras que circundan los cuatro mares y constituyen Inglaterra, pudiera encontrarse un campeón capaz de derribar cinco caballeros de tanta clase en un solo dÃa de justas. A fe mÃa que nunca olvidaré la fuerza con que derribó a Vipont. El pobre hospitalario salió despedido de la silla como una piedra de la honda.
—No podéis alardear —dijo un caballero de la Orden de San Juan que estaba presente—. Vuestro campeón del Temple no tuvo mejor fortuna. He podido ver a vuestra brava lanza, me refiero a Bois-Guilbert, dar tres vueltas sobre sà mismo cogiendo puñados de arena cada vez.
De Bracy, que era partidario de los templarios, hubiera contestado de no haber sido cortado por esta observación del prÃncipe:
—Silencio, señores. ¿En qué inútil disputa nos hemos ensartado?