Ivanhoe

—Ya es hora —dijo De Bracy— de que la desfachatez de estos campesinos reciba su merecido.

Waldemar Fitzurse, pensando probablemente que el príncipe no acertaba en el camino más conveniente para su popularidad, se encogió de hombros y permaneció silencioso. El príncipe Juan reemprendió la retirada del palenque y la dispersión de la multitud fue general. Utilizando diversos caminos, según el lugar en que se alojaban los espectadores, formando grupos desiguales en número, se retiraban a través de la pradera. La mayor parte tomó la ruta de Ashby donde muchas de las personas nobles se alojaban en el castillo, aunque algunos otros lo hacían en la propia ciudad. Entre ellos figuraba la mayoría de los caballeros que habían tomado parte en el torneo o que se proponían participar en las justas del día siguiente, los cuales avanzaban lentamente comentando las incidencias de la jornada, al tiempo que eran saludados a grandes gritos por el populacho. El mismo tipo de aclamaciones merecía el príncipe Juan, aunque se le aclamaba más por la vistosidad y esplendor de sus atavíos que por su popularidad.




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