El cuervo, majestuoso y sombrÃo, lleva en su pico el pasaporte del enfermo. En la noche silenciosa, su sombra esparce el contagio de sus alas negras. Atormentado camina el pobre Barrabás, mientras lanza maldiciones contra los cristianos.
CHRISTOPHER MARLOW: El judÃo de Malta.
No habÃa el Caballero Desheredado alcanzado su pabellón, cuando numerosos pajes y escuderos le ofrecieron sus servicios para despojarle de las armas. Le ofrecÃan una muda limpia y le garantizaban el descanso que un buen amo podrÃa proporcionarle. Su celo, en esta ocasión, se agudizaba por la curiosidad, ya que todos estaban pendientes de conocer la identidad del caballero que tantos laureles habÃa ganado y que incluso se habÃa atrevido a no hacer caso de la petición del prÃncipe Juan cuando le rogó que levantara su visera o que se identificara. Pero su curiosidad no se vio satisfecha. El Caballero Desheredado rehusó toda asistencia, exceptuada la de su propio escudero, o mejor dicho, de un rústico asistente…, un sujeto apayasado envuelto en una capa color oscuro, que conservaba la cabeza embutida en una gorra normanda confeccionada con pieles negras. Aquel servidor parecÃa más adicto al incógnito que su propio amo. Alejados de la tienda todos los extraños, este mismo servidor alivió a su amo de la pesada carga de su armadura y le proveyó de vino y alimentos, de los cuales bien necesitado estaba después de los trabajos del dÃa.