El Caballero Desheredado estaba asombrado, tanto por la generosidad de Rebeca de la cual decidió de todos modos aprovecharse, como de la que habÃan dado muestras los ladrones, virtud ésta de la generosidad a todas luces ajena a tal profesión. El curso de sus reflexiones relativas a los extraños sucesos tuvo que ser interrumpido por la necesidad de tomar algún reposo, indispensable si consideramos la fatiga del dÃa anterior y, por otra parte, la necesidad de recuperarse para la próxima jornada.
Por lo tanto, el caballero se estiró para descansar sobre un rico colchón con que la tienda estaba provista, y el fiel Gurth le imitó extendiéndose sobre una piel de oso que hacÃa las veces de alfombra de la tienda, tomando la precaución de hacerlo colocándose atravesado en la entrada, de modo que nadie pudiera entrar sin despertarle.