Exhiben su orgullo los heraldos; elevan su murmullo los clarines y las trompetas. Nada hay que decir. ¡Al Este y al Oeste han sido preparadas las lanzas de su hueste! Pujantes se alzan las lanzas de veinte pies, asà como las espadas aceradas y brillantes, mientras los yelmos harán despojos. ¡Corre sangre formando arroyos rojos!
CHAUCER: Cuentos de Canterbury.
Amaneció el nuevo dÃa, claro y esplendoroso. Antes de que el sol hubiera realizado su ascensión sobre el horizonte, los espectadores más impacientes y mañaneros acudieron a la llanura y se encaminaron al palenque, punto central de reunión, para asegurarse un buen sitio desde el cual poder seguir con detalle las incidencias que la continuación de los ejercicios prometÃa.
Los mariscales y sus asistentes comparecieron de inmediato seguidos por los heraldos, con el propósito de registrar los nombres de los caballeros que deseaban entrar en liza y el bando al que se apuntaban. Precaución necesaria para equilibrar las dos facciones que debÃan enfrentarse.