Los proveedores del prÃncipe saquearon la comarca y se incautaron de todo lo que consideraron digno de la mesa de su amo. Por otra parte, resultaba muy crecido el número de los invitados y, debido a que necesitaba ganar popularidad, el prÃncipe habÃa hecho extensiva la invitación a unas pocas distinguidas familias sajonas y danesas, además de nobles normandos señores de la vecindad. Por muy despreciados y tenidos en menos que fueran los sajones en circunstancias normales, su gran número les hacÃa temibles en las conmociones civiles que parecÃan inminentes, y era obvio que una buena polÃtica aconsejaba granjearse la simpatÃa de sus jefes naturales.
En consecuencia, el prÃncipe mantuvo durante un corto tiempo la idea de que resultaba polÃtico tratar a estos invitados de segundo rango con una cortesÃa a la que no estaban habituados. Pero aunque no ha habido hombre que tanto supiera acomodar sus gestos y costumbres a los propios intereses, la desgracia de este prÃncipe consistÃa en que su petulancia y ligereza siempre le ganaban la mano, echando a perder todo lo que habÃa ganado con su previo disimulo.