Solo, oculto de las miradas, transcurre el eremita desde la cuna a la senectud. Su lecho en el césped y una caverna su celda, su manjar la fuente y su bebida, el agua. Él conversa con Dios, lejos del hombre. No tiene más ocupación que rezar y su fiesta, orar.
THOMAS PARNELL: El ermitaño.
El lector no habrá olvidado que la suerte del torneo fue decidida por un caballero desconocido, al que por su inactividad durante la primera parte el populacho habÃa calificado con el mote de Negro Holgazán. Bruscamente, este caballero habÃa abandonado el campo después de la victoria, y cuando fue convocado para recibir el trofeo otorgado a su valor, no pudo ser hallado en parte alguna. Mientras le llamaban heraldos y trompetas, el caballero hizo ruta hacia el norte, evitando las sendas más conocidas, al tiempo que tomaba los atajos que atravesaban el bosque. Durante la noche se detuvo en una hosterÃa apartada del camino, donde, de todos modos, obtuvo información acerca del resultado del torneo por medio de un juglar vagabundo.