Ivanhoe

Y así, abandonando esta tarea, que podría ser comparada a la de espolear un asno fatigado, Cedric se dirigía a su pupila Rowena; pero no conseguía mayores satisfacciones. Precisamente cuando interrumpió con su presencia la conversación entre la señora y la doncella preferida, que versaba sobre la galantería y el destino de Wilfred, Elgitha no dejó de vengar a su dueña y mencionó la caída de Athelstane en la liza, único acontecimiento desagradable que hería violentamente los oídos de Cedric. Debido a estas circunstancias, la jornada se le mostraba desagradable e incómodo en alto grado, y el testarudo sajón maldijo en más de una ocasión el torneo, al que lo había evocado y a su propia locura, que le había impulsado a acudir a él.

Al mediodía, por indicación de Athelstane, los viajeros se detuvieron en un sombreado claro del bosque. Cerca de una fuente dieron reposo a los caballos, mientras los miembros de la comitiva compartían algunas de las provisiones con que el hospitalario abad había cargado una de las acémilas. La comida duró largo tiempo, y las frecuentes interrupciones les impedían llegar a Rotherwood a menos que cabalgaran la noche entera. Por tanto, decidieron proseguir el camino a un paso más rápido.


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