Ivanhoe

—¿Sabéis jurar, santo clérigo? —dijo el Caballero Negro.

—¡No me cleriguees más! —replicó el fraile, transformado—. Por san Jorge y el dragón, no soy clérigo sino cuando llevo el hábito. Cuando me veáis enfundado en mi casaca verde, bebo, juro y enamoro a cualquier campesina de West Riding.

—¡Vamos, clérigo, cállate de una vez! —dijo Locksley—. Metes más ruido que todo un convento cantando vísperas después de que el padre abad se haya ido a la cama. Vamos; vosotros también, señores míos. No publiquéis por ahí las cosas que tuvisteis ocasión de ver. Venga, debemos reunir nuestras fuerzas si queremos asaltar el castillo de Front-de-Boeuf.

—¡Qué! ¿Ha sido Front-de-Boeuf —dijo el Caballero Negro— quien ha detenido en los caminos del rey a los súbditos del rey? ¿Se ha convertido en ladrón y opresor?

—Opresor siempre lo ha sido —dijo Locksley.

—Y en cuanto a ladrón —dijo el fraile—, dudo si nunca ha sido la mitad de honrado que muchos ladrones a los que conozco.

—Muévete, fraile, y cállate —dijo el montero—, sería mejor que nos condujeras al lugar de la cita en vez de hablar lo que la decencia y la prudencia aconsejan callar.

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