Ivanhoe

XXIV

Al igual que el león a su hembra, prometo que yo la cortejaré.

DOUGLAS: The Bukes of Eneldos.

Mientras se desarrollaban en otros lugares del castillo las escenas que acabamos de referir, la judía Rebeca esperaba su suerte en un apartado y distante torreón. Allí había sido conducida por dos de sus secuestradores. Cuando fue arrojada dentro de la pequeña celda, se encontró con una vieja sibila que continuó murmurando para sí unos versos sajones. Aquella vieja parecía marcar el compás de la danza que ejecutaba su huso. La anciana levantó la cabeza y miró de reojo a la bella judía, con la maligna envidia con que la vejez y la fealdad, unidas a la ruindad, suelen mirar a la juventud y la belleza.

—¡Levántate y lárgate, viejo grillo! —dijo uno de los hombres—. Lo manda nuestro noble amo. Tienes que dejar esta cámara a una huésped más hermosa.

—¡Ay! —gruñó la vieja—. ¡A tales extremos se ha llegado! Tiempos hubo en que mi sola palabra hubiera derribado de su caballo al mejor hombre de armas, y ahora debo levantarme y marchar por las órdenes que me da un mozo de silla como tú.

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