—Buena dama Urfried —dijo el otro hombre—, no discutas y limÃtate a abandonar el aposento. Se debe tener un oÃdo fino y presto para escuchar los recados del señor. Has tenido tus dÃas, vieja dama, pero el sol hace tiempo que se puso para ti. Eres la viva imagen de un viejo caballo de batalla devuelto al estéril erial. En tus tiempos tenÃas buena andadura, pero ahora un burro viejo te aventaja. ¡Vamos, burra, fuera de aquÃ!
—¡Perros de mal agüero! —dijo la anciana mujer—. Una perrera será vuestra tumba. Que el demonio Zernebock me arranque los miembros, uno por uno, si dejo mi aposento antes de haber hilado todo el copo de mi rueca
—ComunÃcalo entonces a nuestro amo, viejo demonio hogareño —dijo el hombre, y ambos se retiraron dejando a Rebeca en compañÃa de la anciana mujer, donde habÃa sido conducida en contra de su voluntad.