Su conductor escogió el camino opuesto al que Wamba les habÃa indicado con objeto de extraviarles. La senda se adentraba en el bosque y tuvieron que sortear más de un barranco y cruzar algún torrente peligroso, que se deslizaba en terreno pantanoso; pero el forastero parecÃa conocer como por instinto la tierra más firme y los más seguros vados, y asÃ, con conocimiento y precaución, logró conducir sin incidentes a toda la partida a una avenida de árboles más espaciada que las que hasta ahora habÃan visto. Señalando un bajo e irregular edificio que aparecÃa en el otro extremo, dijo al prior:
—He aquà Rotherwood, el refugio de Cedric el Sajón.
Dicha información fue causa de gozo para Aymer, cuyos nervios no eran de lo más templado, pues habÃa sufrido enormemente al cruzar los terrenos fangosos. Tanto, que no habÃa tenido ganas de encontrar ocasión para mostrarse curioso. Sintiéndose recuperado y cerca de un albergue, su curiosidad empezó a despertar, y le preguntó al guÃa quién era y qué era.
—Un peregrino acabado de llegar de Tierra Santa —fue la respuesta.
—Más conveniente hubiera sido que permanecierais allà para luchar por la reconquista del Santo Sepulcro —dijo el templario.