—Veo que el loco tiene que hacer otra vez el loco y arriesgar el cuello en una aventura de la cual nada quieren saber los hombres cuerdos. Debéis saber, mis queridos primos y paisanos, que vestà el sayo antes que el gorro con cascabeles, y que fui educado para fraile hasta que me alcanzaron unas fiebres cerebrales que me dejaron el seso suficiente para ser un loco. ConfÃo que con la ayuda de los hábitos del ermitaño, además de la santidad, clericalidad, y saberes que en su caperuza se almacenan, confÃo digo que estaré capacitado para administrar consuelo espiritual a nuestro buen amo Cedric y a sus compañeros de infortunio.
—¿Crees que tiene seso suficiente para hacerlo? —le preguntó a Gurth el Caballero Negro.
—No lo sé —dijo Gurth—; pero si no lo tiene, ésta será la primera vez que le falte para sacar provecho de su locura.
—Pues, ¡adelante con los hábitos! —dijo el Caballero Negro—. Que tu amo nos informe de la situación en el castillo. Pocos deben ser en número y si son cinco a uno podemos vencerles con un ataque súbito y decidido. El tiempo pasa. Anda, marcha.