Ivanhoe

—Hija —contestó Cedric con embarazo—, el tiempo de que dispongo para permanecer en este castillo no es suficiente para ejercer los deberes de mi ministerio. Debo marchar ahora mismo. Me va la vida en la rapidez en que lo haga.

—Sin embargo, padre, dejadme apelar a los votos que habéis hecho —replicó la que suplicaba—. Estos votos os impiden abandonar a los oprimidos y a los que corren peligro sin darles consejo ni restarles socorro.

—¡Que me lleve el diablo al infierno y me deje en Ifrin con las almas de Odín y de Thor! —contestó Cedric con impaciencia, y seguramente hubiera continuado en este tono dejándose llevar por su carácter habitual, cuando el coloquio quedó interrumpido por la ronca voz de Urfried, la viejuca del torreón:

—¿Cómo, hermosa mía, de este modo me pagas el favor que te ha permitido abandonar tu celda? ¿Obligas al reverendo a emplear un lenguaje inadecuado para librarse de la inoportunidad de una judía?

—¡Una judía! —dijo Cedric, aprovechando la información para librarse de ella—. ¡Abre paso, mujer! No me entretengas con tus cuitas. Soy inmaculado en mi santo misterio y no quiero contaminarme.

eXTReMe Tracker