Ivanhoe

III

Desde la costa que oye bramar el germánico Océano, sanguinario y fuerte, vino el sajón de azules ojos y amarillentos cabellos.

JAMES THOMPSON, Libertad.

En un salón de altura desproporcionada para su exagerada longitud y anchura, había una larga mesa de roble construida con troncos sin apenas pulimentar y que aparecían a la vista tal como cuando salieron del bosque. La mesa había sido preparada para la cena de Cedric el Sajón. El techo, formado por ramas y estacas, no disponía más que de una enramada para defender la pieza de la intemperie; en cada rincón del salón podía verse un gran fogón, pero como quiera que las chimeneas estaban muy mal construidas, se escapaba por lo menos tanto humo en el interior de la sala como el que debiera haber salido por la desembocadura del humero. Esta constante humareda había dejado como un barniz de pátina en los troncos que formaban el bajo techado, los cuales estaban tiznados de hollín. De las paredes del salón colgaban utensilios de caza y armas diversas; en los ángulos, se abrían puertas encortinadas que conducían a otras dependencias del extenso edificio.

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