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En toda la longitud del elevado dosel, las paredes habían sido cubiertas de damascos y cortinajes. En el suelo había una alfombra. También había algunos adornos bordados y brocados de colores brillantes, tirando a chillones. Como ya hemos dicho, sobre la parte más baja de la mesa no había baldaquino y las rústicas paredes estucadas se mostraban desnudas y el piso de tierra sin alfombrar; no tenía mantel la mesa y unos bastos bancos reemplazaban a las sillas.

En el centro de la mesa elevada había dos sillas, todavía más altas que las restantes, para los señores de la casa que presidían este escenario de hospitalidad. De esta función derivaba su título honorífico, sajón, que significa «los repartidores de pan».

Cada una de estas sillas iba equipada con un escabel, curiosamente labrado y guarnecido de marfil con marcas peculiares de distinción. Uno de los asientos de honor estaba ocupado por Cedric el Sajón; éste, aunque pertenecía al pueblo víctima de discriminación, por ser un franklin o hidalgo, como les llamaban los normandos, daba muestras visibles de impaciente irritación ante la tardanza de su cena, tal como la pudiera hacer un pater familias de los tiempos idos o de los actuales.

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