El valiente soldado sube al vigÃa y, desde la altura, observa si la lucha ha terminado.
SCHILLER: La Doncella de Orleans.
Las horas de peligro son también, a menudo, horas de confidencias y de afecto. Bajamos la guardia debido a la general agitación de nuestros sentimientos y traicionamos la intensidad de aquéllos que, por lo menos en perÃodos más tranquilos, nuestra prudencia disimula si es que no alcanza a suprimirlos. Encontrándose de nuevo junto a Ivanhoe, la misma Rebeca se sorprendió al notar que sentÃa tan aguda complacencia, incluso en un momento en que todo lo que les rodeaba a ambos era el peligro cuando no la desesperación. Le tomó el pulso y le preguntó por su estado; habÃa en su tacto y en su tono de voz una desacostumbrada suavidad, la cual denotaba más interés que el que ella misma hubiera deseado demostrar. Su voz era trémula y temblaban sus manos, y únicamente el frÃo tono con que Ivanhoe preguntó: «¿Eres tú, gentil doncella?», consiguió hacerla volver en sà y le hizo recordar que los sentimientos que sentÃa no podÃan, y no debÃan, ser mutuos. Se le escapó un suspiro, pero fue casi inaudible. Las preguntas que le hizo el caballero acerca de su estado de salud, tenÃan ya un tono de tranquila camaraderÃa. Ivanhoe se apresuró a contestarle que en cuanto a la salud se encontraba bien y mejor de lo que esperaba.