—Las rojas llamas flamean a través del humo espeso; el demonio avanza en mi busca bajo la bandera de su propio elemento. ¡EspÃritu maligno, atrás! No iré contigo si no me acompañan mis camaradas. Todos, todos te pertenecen, todos los que se cobijan en esta casa. ¿Acaso crees que Front-de-Boeuf debe ser el único escogido para acompañarte? No, el descreÃdo templario, el licencioso De Bracy, Ulrica, la ramera asesina, los que me han ayudado en mis empresas, los perros sajones y malditos judÃos que tengo prisioneros. Todos, todos ellos deben acompañarme. La mejor compañÃa que uno puede desear para emprender el viaje cuesta abajo… —Y se reÃa en su loco frenesà hasta que el techo abovedado de nuevo resonó—. ¿Quién se rÃe por ahÃ? —exclamó, muy excitado, porque el alboroto del combate no habÃa impedido que el eco devolviera a sus oÃdos sus propias desaforadas carcajadas—. ¿Quién se ha reÃdo? Ulrica, ¿fuiste tú? Habla, bruja, y te perdono, porque únicamente tú y el mismo diablo del infierno podéis reÃros en una situación como la presente. ¡Atrás! Vade retro!
Pero serÃa impÃo continuar la descripción de los últimos momentos del blasfemo y parricida en su lecho de muerte.