—Ya que ésta es la posición de Cedric —dijo Locksley—, desearÃa asumir el mando de los arqueros y ya pueden colgarme del árbol que me sirve de blanco para probar mi arco, si los defensores son capaces de asomar la cabeza por encima de las murallas y no resultan asaeteados del mismo modo que las flores del clavo cubren al jamón bien curado por Navidad.
—¡Bien dicho, valiente montero! —contestó el Caballero Negro—. Y si creéis que valgo para tomar una responsabilidad en este asunto y puedo encontrar entre vuestros valientes quienes deseen seguir a un verdadero caballero inglés, porque asà bien puedo calificarme, estoy dispuesto a conducirlos al ataque con toda la habilidad que me ha dado la experiencia.
Una vez distribuidos los diferentes puestos de lucha a los jefes, comenzó el primer asalto, del cual el lector ya conoce el resultado.
Cuando fue tomada la barbacana, el Caballero Negro mandó recado del feliz acontecimiento a Locksley, pidiéndole al mismo tiempo que estrechara la vigilancia para evitar que los defensores concentraran sus fuerzas e intentaran una salida por sorpresa para reconquistar la zona ocupada.