Esta salida la temía el caballero, consciente de que los hombres que estaban bajo su mando, que habían sido reunidos a toda prisa y carecían de instrucción militar por ser voluntarios imperfectamente armados, además de no estar acostumbrados a la disciplina, lucharían con gran desventaja contra los veteranos soldados de los caballeros normandos en el caso de producirse un ataque por sorpresa. Por otra parte, los normandos estaban provistos de armas defensivas y ofensivas para contrarrestar el celo y la alteza de miras de los sitiadores, y tenían a su favor la confianza que se deriva de una disciplina perfecta.
El caballero empleó la corta tregua para construir un puente flotante a modo de balsa, con el que esperaba cruzar el foso a pesar de la resistencia del enemigo. Este trabajo le llevó algún tiempo, cosa que no lamentaron los jefes, ya que le daba tiempo a Ulrica para poner en ejecución su plan de distracción que, fuera cual fuera, siempre redundaría en su beneficio. Cuando la balsa estuvo lista, el Caballero Negro se dirigió a su tropa: