Ivanhoe

XXXIII

Bravos guerreros, ¿dónde está Tito Luercio? MARCIO: Ocupado en sus decretos, a unos sentenciados a muerte, al destierro a otros, rescatando, perdonando y amenazando a otros.

SHAKESPEARE: Coriolano.

El rostro y los modos del abad eran una mezcla de orgullo ofendido, de vanidad insultada y de terror.

—Pero ¿qué sucede, señores míos? —preguntaba con una voz en la que se mezclaban las tres emociones—. ¿Cuál es vuestra ley? ¿Sois acaso turcos y no cristianos, puesto que os apoderáis de un clérigo? ¿No sabéis lo que significa manus imponere in servos Dominit Habéis saqueado mis valijas, habéis echado a perder mi birrete, de tan curioso tejido que hubiera podido ser utilizado por un cardenal. Otro, en mi lugar, se hubiera visto obligado al excommunicabo vos; pero yo soy pacífico y si me devolvéis mis palafrenes, dejáis libres a mis hermanos y me devolvéis mi equipaje, me pagáis inmediatamente cien coronas que se gastarán en misas rezadas en el altar mayor de Jorvaulx y hacéis voto de no comer venado hasta la próxima Pascua de Pentecostés, existe aún la posibilidad de que no se hable más de esta locura.

—Santo padre —dijo el capitán de los forajidos—, me sabe mal que alguno de mis hombres os haya tratado de tal modo que merezca vuestra reprensión paternal.

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