Ivanhoe

—Aquí está mi mano en prueba de amistad, y la puedo calificar como perteneciente a un verdadero inglés, aunque por ahora sea la de un bandido.

—Y ahí va la mía en correspondencia —dijo el caballero—, y mucho me honro de que sea digna de estrechar la vuestra. Porque el que obra bien, gozando de ilimitado poder para obrar mal, merece alabanza no sólo por el bien que hace, sino también por el mal que deja de hacer. ¡Adiós, gallardo bandido!

Así se separaron los dos buenos amigos, y el del Candado, montando su fornido caballo de batalla, se perdió a través del bosque.









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