REY JUAN: Amigo, té diré lo que, en mi camino, es una serpiente; donde pongo el pie la adivino. ¿Entiendes lo que digo?
SHAKESPEARE: El rey Juan.
HabÃa una gran fiesta en el castillo de York, a la cual el prÃncipe Juan habÃa invitado a aquellos nobles, prelados y jefes con la ayuda de los cuales pensaba llevar a la práctica sus proyectos concernientes a apoderarse del trono de su hermano. Waldemar Fitzurse, su hábil y polÃtico agente, les iba convenciendo con gran persuasión e intentaba llevarles al estado de excitación necesario para que declarasen sus intenciones en tan delicado asunto. Pero estos proyectos se retrasaban por la ausencia de más de un miembro destacado de la confederación. La osada testarudez de Front-de-Boeuf, como también su brutal valentÃa; los ardientes sentimientos y el espÃritu inquieto de De Bracy; la sagacidad, experiencia militar y renombrado valor de Bois-Guilbert eran muy importantes para la conspiración y, mientras maldecÃan en secreto su innecesaria e injustificada ausencia, ni Juan ni su consejero se atrevÃan a seguir adelante. ParecÃa ser que también Isaac de York se habÃa desvanecido, y con él la esperanza de disponer de cierta suma de dinero que habÃa de redondear la cantidad que el prÃncipe Juan habÃa acordado con el israelita y sus hermanos. Todas estas ausencias podÃan ser consideradas peligrosas en una situación tan crÃtica.