Arrojo mi prenda para probar, hasta el punto extremo, en ti la marcial osadÃa.
SHAKESPEARE: Ricardo II.
Incluso el mismo Lucas de Beaumanoir quedó impresionado por el porte y aspecto de Rebeca. Por naturaleza, no era hombre cruel ni severo, pero sus pasiones eran frÃas, y con un alto aunque equivocado sentido del deber, su corazón se habÃa endurecido progresivamente debido a la vida ascética que llevaba, asà como por el supremo poder de que gozaba y la supuesta obligación de someter a los infieles y destruir la herejÃa que él consideraba de su especial incumbencia. Sus facciones cedieron en su habitual severidad y se tornaron algo más suaves al contemplar a la criatura que estaba ante él, sola, sin amigos y defendiéndose a sà misma con tanto ingenio y firmeza. Se santiguó dos veces como si dudara en desterrar la ternura que empezaba a invadir su corazón, que en tales ocasiones solÃa tener la dureza del acero de su espada. Al final habló: