¡Oh, doncella! Si eres frÃa y despiadada, debes saber que mi corazón es tan orgulloso como el tuyo.
ANNA SEWARD: Obra poética.
Declinaba el dÃa en que habÃa tenido lugar el juicio, si asà puede ser llamado, cuando se oyó un débil golpe en la puerta de la cámara que servÃa de prisión a Rebeca. No la distrajo de los rezos de la tarde recomendados por su religión, y que concluÃan con un himno que nos hemos atrevido a traducir asÃ:
Cuando Israel, la preferida de Dios,
abandonó las tierras de su cautiverio,
el Dios de sus padres la guiaba,
tremendamente envuelto en humo y llamas.
Durante el dÃa, la vaporosa y lenta columna
se deslizaba a través de tierras asombradas;
de noche, las rojas arenas de Arabia
reflejan el resplandor de la columna Ãgnea.
Entonces se levantaba el himno de alabanza
y con sus agudos sones contestaban la trompa y el tamboril;
y las hijas de Sión entonaban sus cánticos,
y las voces de los guerreros y los sacerdotes
con las de ellas se mezclaban para decir
que ya ningún portento confunde al enemigo.
La perseguida Israel está sola y errante;
nuestros padres no conocÃan TUS caminos,