Ivanhoe

—Rebeca, soy amigo o enemigo —decía Brian de Bois-Guilbert mientras entraba en la habitación— según el resultado de este encuentro.

Alarmada al ver el hombre cuya pasión licenciosa consideraba como origen de todas sus desgracias, Rebeca retrocedió, precavida pero de ningún modo temerosa, hasta un rincón extremo del aposento como si deseara interponer entre ella y el templario la mayor distancia posible. Sin embargo, estaba dispuesta a defender su terreno cuando ya no fuera posible retirarse más. Adoptó una actitud, si no de desafío, sí de resolución. No deseaba provocar un asalto, pero si éste se producía, lo repelería con todas sus fuerzas.

—No hay razón para que me temas —dijo el templario—. O, si quieres que matice un poco más, ahora por lo menos no hay razón de temor.

—No te temo, caballero —replicó Rebeca, aunque su respiración entrecortada parecía desmentir su heroico acento—. Mucha es mi confianza y no te tengo miedo.

—No tienes ningún motivo para ello —contestó Bois-Guilbert gravemente—. No temas tampoco que se repitan mis anteriores intentos. Al alcance de tu voz hay centinelas sobre los cuales no tengo ninguna autoridad. Han sido designados para acompañarte hasta la muerte, Rebeca, pero no consentirían que fueras ultrajada por nadie, ni siquiera por mí, si mi locura…, porque, de locura se trata…, me llevara tan lejos.

eXTReMe Tracker