Ivanhoe

—Hace menos honor a mi mano abierta que a mi puño cerrado —dijo el monarca—. Ante la mano solamente te arrodillas y ante el puño te tiraste por los suelos.

Pero el fraile, temeroso quizá de ofenderle al continuar la conversación en tono demasiado jocoso (falso paso del que se deben guardar cuidadosamente todos aquéllos que traten con monarcas), hizo una profunda reverencia y retrocedió unos pasos.

Al mismo tiempo, dos nuevos personajes aparecieron en escena.










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