Ivanhoe

XLIII

Estos grandes pecados son de Mowbray y su corcel los derramará al paso; aun así hasta el palenque ha penetrado. ¡Cobarde apóstata! ¡Bribón! ¡Vil endemoniado!

SHAKESPEARE: Ricardo II.

Nuestro escenario se traslada ahora al preceptor de Templestowe, hacia la hora en que debía echarse sobre la mesa el dado mortal que decidiría la vida o la muerte de Rebeca. Había una extraordinaria animación, como si toda la vecindad se hubiera congregado al igual que en día de feria o de romería. Sin embargo, el afán de contemplar un hecho sangriento no es exclusivo de aquellos oscuros tiempos; ya en otras épocas, los combates de gladiadores se habían constituido en un espectáculo que atraía a las multitudes. Incluso en nuestros días una ejecución, un combate de boxeo, una algarada o un mitin de reformistas raciales consigue congregar inmensas multitudes de espectadores con evidente peligro de su integridad física, los cuales sólo están interesados en el desarrollo de los acontecimientos y en comprobar si los héroes del día son, empleando el lenguaje heroico de los huelguistas, duros como el pedernal o esquiroles.

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