Estos grandes pecados son de Mowbray y su corcel los derramará al paso; aun asà hasta el palenque ha penetrado. ¡Cobarde apóstata! ¡Bribón! ¡Vil endemoniado!
SHAKESPEARE: Ricardo II.
Nuestro escenario se traslada ahora al preceptor de Templestowe, hacia la hora en que debÃa echarse sobre la mesa el dado mortal que decidirÃa la vida o la muerte de Rebeca. HabÃa una extraordinaria animación, como si toda la vecindad se hubiera congregado al igual que en dÃa de feria o de romerÃa. Sin embargo, el afán de contemplar un hecho sangriento no es exclusivo de aquellos oscuros tiempos; ya en otras épocas, los combates de gladiadores se habÃan constituido en un espectáculo que atraÃa a las multitudes. Incluso en nuestros dÃas una ejecución, un combate de boxeo, una algarada o un mitin de reformistas raciales consigue congregar inmensas multitudes de espectadores con evidente peligro de su integridad fÃsica, los cuales sólo están interesados en el desarrollo de los acontecimientos y en comprobar si los héroes del dÃa son, empleando el lenguaje heroico de los huelguistas, duros como el pedernal o esquiroles.