Y ahora valga este final, que es una vieja historia de casorios.
JOHN WEBSTER: El diablo blanco.
Pasado el primer momento de sorpresa, Wilfred de Ivanhoe le preguntó al gran maestre, como juez de campo que era, si habÃa combatido varonilmente y cumplido con su deber con legalidad.
—Varonil y legalmente habéis peleado —dijo el gran maestre—. Declaro a la doncella libre de culpa. Las armas y el cuerpo del caballero muerto quedan a disposición del vencedor.
—No le despojaré de sus armas —dijo el caballero Ivanhoe—, ni expondré su cadáver a la vergüenza pública. Ha luchado en defensa de la cristiandad; le ha derribado el brazo de Dios, no la mano del hombre en esta ocasión. Pero que sus exequias fúnebres se celebren en privado como corresponden a un hombre que ha muerto por una injusta querella. En cuanto a la doncella…
Fue interrumpido por el resonar de cascos de caballo que se aproximaban en tal número y a tal velocidad que hacÃan temblar la tierra ante ellos. El Caballero Negro entró en el palenque al galope. Iba seguido por una numerosa compañÃa de soldados y varios caballeros que vestÃan armadura completa.