Pero, tras ser uno de los novelistas más populares del siglo XIX, Scott tuvo un fuerte declive en su popularidad después de la Primera Guerra Mundial. Edward Morgan Forster marcó el camino crÃtico en su clásico Aspects of the Novel (1927), donde fue atacado como un escritor trivial, que escribÃa novelas pesadas y carentes de pasión (aunque reconocÃa que "sabÃa contar una historia; poseÃa esa facultad primitiva de mantener al lector en suspense y jugar con su curiosidad").
Scott también sufrió al crecer el aprecio por escritores del Realismo, como sucedió con Jane Austen. En el siglo XIX se la consideraba una entretenida «novelista para mujeres»; pero en el siglo XX se revalorizó su obra, comenzando a ser considerada como quizá la mejor escritora inglesa de las primeras décadas del siglo XIX. Al alzarse la estrella de Jane Austen, declinó la de Scott, aunque, paradójicamente, habÃa sido uno de los pocos escritores masculinos de su tiempo que reconocieron su genio. Pero Virginia Woolf, defensora de Jane Austen, decÃa que "los verdaderos románticos pueden trasportarnos de la tierra a los cielos, y Scott, gran maestro de la novela romántica, utiliza plenamente esa libertad", pese a sus convenciones o su pereza.