El Rey Lear

Así como en Julio César la ausencia del líder era el nudo central de la trama, aquí la locura de Lear, es otra forma de muerte, se instala casi desde el principio, y sus efectos se hacen notar en seguida, exponencialmente, como en un cataclismo. Cunde el caos, los partidismos, las traiciones. Un drama sobrecogedor —palabra un poco gastada, pero aquí más justa que nunca— sobre la condición humana, las miserias de la vejez y los finos límites que bordean la locura; un límite a menudo decidido de manera arbitrariamente interesada. También es una de las pocas obras de Shakespeare con una tremenda explícita escena de tortura, que resalta aún más su filiación directa, descarnada, brutal, con lo más profundo de la tragedia griega. Shakespeare nunca repite sus encantos, pero esta obra es de esas que tienen un brillo especial, un lugar aparte de oscuro talismán de muerte. Igual que Macbeth es única, igual que Hamlet es única, igual que El mercader de Venecia es única… En realidad Shakespeare es siempre único.






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