El Rey Lear

ESCENA IV

Plaza delante del Palacio

Entra el CONDE de KENT, disfrazado.

EL CONDE DE KENT.—Si logro también disfrazar mi voz y arrastrar mis palabras, tal vez mi honrado intento alcance el fin que me propongo. Y ahora, vasallo fiel y desterrado, si puedes prestar un buen servicio en los mismos lugares donde te condenaron, tu amado señor podrá convencerse al fin de que trabajaste en pro de sus intereses.

Toque de trompas a lo lejos. Entran LEAR, sus caballeros y séquito.

LEAR.—Que no haya de esperar la comida un solo minuto; encargad que la preparen al momento. ¿Quién eres tú?

EL CONDE DE KENT.—Un hombre, señor.

LEAR.—¿Cuál es tu profesión? ¿Qué nos quieres?

EL CONDE DE KENT.—Mi profesión, en efecto, es lo que aparento; servir fielmente a quien me otorgue su confianza, amar al hombre honrado, conversar con el cuerdo, hablar poco, temer los vanos juicios, combatir cuando la necesidad me obligue y no comer pescado.

LEAR.—Pero en fin, ¿quién eres?

EL CONDE DE KENT.—En verdad, un hombre bueno y honrado, tan pobre como el rey.

LEAR.—¿Qué quieres?

EL CONDE DE KENT.—Servir.

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