Hamlet

LA SOMBRA.— Ya veo cuán dispuesto te hallas, y aunque tan insensible fueras como las malezas que se pudren incultas en las orillas del Leteo, no dejaría de conmoverte lo que voy a decir. Escúchame ahora, Hamlet. Esparciose la voz de que estando en mi jardín dormido me mordió una serpiente. Todos los oídos de Dinamarca fueron groseramente engañados con esta fabulosa invención, pero tú debes saber, mancebo generoso, que la serpiente que mordió a tu padre hoy ciñe su corona.

HAMLET.— ¡Oh! ¡Présago me lo decía el corazón! ¡Mi tío…!











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