La fierecilla domada

Necesidad y mucha tendréis de ello. (Cambian sus vestidos.) En definitiva, mi amo, sea así, puesto que tal lo deseáis puesto que mi deber es ser obediente. Vuestro padre me lo recomendó muy bien antes de que partiésemos: «Sirve en todo a mi hijo», me encareció bien. Claro que entendía la cosa de modo muy distinto. Total: que soy feliz siendo Lucentio a causa de lo mucho que a Lucentio quiero.

LUCENTIO:

Debes decir, Tranio: en atención al amor que arde en Lucentio.

En cuanto a mí, esclavo quiero hacerme tan sólo por conseguir a esa joven, cuya sola vista tan súbitamente ha cautivado, hiriéndolos, a mis pobres ojos. (Entra Biondello.) Pero aquí llega este pícaro... ¿Dónde has estado, bribón?






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