La historia original del moro de Venecia, de Gianbattista Cinthio (1565), sirvió a William Shakespeare para crear Otelo, la única de sus «grandes tragedias» basada en una obra de ficción. Contraviniendo la imagen isabelina del «moro», Shakespeare invierte los papeles de los protagonistas y otorga a Otelo el carácter de hombre noble y aristocrático, mientras que reserva para el italiano Yago la perversidad y la hipocresía, desarrollando en él uno de los estudios más profundos del mal. Otelo se representa como la tragedia de la incomprensión, en la que luchan el amor puro, la pasión, el orgullo, los celos, la venganza…, y en la que al final el protagonista, como un auténtico héroe trágico, consciente de su degradación y de su perdida, escribe su propio epitafio con la angustia del héroe destrozado.
Ángel-Luis Pujante, catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Murcia, argumenta en su Introducción los procedimientos retóricos y poéticos de esta obra de acción, cuya ironía estructural y dramática la convierte en una de las tragedias más intensas del teatro universal.