Otelo

ESCENA II

Entra OTELO con una lámpara. DESDÉMONA acostada.

OTELO

Tal es la causa, tal es la causa, alma mía.

Que yo no os la nombre, castas estrellas.

Tal es la causa. Mas no he de verter esta sangre

ni herir esta piel, más blanca que la nieve,

más lisa que alabastro de sepulcros.

Pero ha de morir o engañará a más hombres.

Apaga la llama y después apaga su llama.

Podría extinguirte, flamígera emisaria,

y después devolverte la luz anterior

si fuese a arrepentirme. Mas, muerta tu llama,

criatura perfecta de la naturaleza,

no sabría dónde hallar el fuego prometeico

que te diera nueva luz. Si arranco tu rosa

no puedo hacer que reviva; por fuerza

se marchitará. La oleré en el rosal.

La besa.

¡Ah, aliento fragante, que tienta a la justicia

para que rompa su espada! ¡Otro, otro!

Cuando hayas muerto sigue así, que yo te mataré

y te querré por siempre. ¡Otro más, el último!

Lo grato nunca fue tan mortal. Me hace llorar.

Pero es llanto cruel. La pena es divina:

hiere lo que ama. Está despertando.

DESDÉMONA

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