Romeo y Julieta

Pedro, toma mi abanico y marcha delante.

(Vanse)

Escena V

(Jardín de Capuleto)

(Entra JULIETA)

JULIETA

Las nueve daban cuando envié la nodriza: me había prometido estar de vuelta en media hora. Quizás no puede dar con él. ¡Oh! No es esto; es coja. Los mensajeros del amor debieran ser pensamientos; ellos salvan el espacio con diez veces más rapidez que los rayos del sol cuando ahuyentan las sombras de las oscuras colinas. Por eso es que ligeras palomas tiran del carro del Amor, por eso Cupido, veloz como el aire, tiene alas. Ya el sol, en su curso de este día, ha llegado a su mayor altura y de las nueve a las doce se han pasado tres largas horasy ella no ha vuelto aún. Si tuviera el corazón, la ardiente sangre de la juventud, rápida como un proyectil fuera en su marcha; una palabra mía la lanzaría al lado de mi dulce bien y otra de éste a mi lado. Pero la gente vieja la da por fingirse in extremis; lenta, inerte, pesada y con sombra de plomo.

(Entran la NODRIZA y PEDRO) ¡Oh, Dios, ella es! Cara nodriza, ¿qué hay? ¿Le encontraste? Despide al criado.

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