Trabajos de amor perdidos

PRINCESA.—¡Quita, no hagas ahora mi retrato! Donde falta la hermosura, huelga el elogio de la cara. Toma, mi caro espejo. (Dándole dinero.) Ahí tienes, por haberme dicho la verdad. Un bello pago de un feo cumplido es más que cumplir con el deber.

GUARDABOSQUE.—Nada puede venir de vuestras manos que no sea bello.

PRINCESA.—¡Ved, ved! Mi belleza se ha salvado por el mérito de mis dones. ¡Oh, herejía en el juicio de lo bello, que tan bien cuadra a los tiempos actuales! La mano que da, por fea que sea, tendrá siempre un bello elogio. ¡Dadme el arco! Ahora la bondad va a matar, y, en consecuencia, tirar bien será cumplir una mala acción. Heme aquí segura de salvar mi reputación de cazadora. Si yerro el golpe, se achacará a piedad. Si doy en el blanco, mi destreza se atribuirá más al deseo de atraerme cumplidos que al placer de matar. ¡Y esto es lo que, sin disputa, viene a acontecer en el mundo! La gloria engendra crímenes abominables, cuando, para alcanzar el renombre y conseguir el elogio, cosas bien vanas, nuestro corazón realiza esfuerzos imposibles. Así yo, únicamente para ser alabada, voy a esforzarme en verter la sangre de un pobre gamo al que mi corazón no profesa mal.

BOYET.—¿No es asimismo cierto que, por amor a la gloria, las mujeres perversas tratan de asegurar su soberanía, esforzándose en ser señoras de sus señores?

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