Antígona

CREONTE. (A sus servidores.) Va, moved los pies, llevaos de aquí a este fatuo (por él mismo). (Imprecando a los dos cadáveres.) Hijo mío, yo sin quererlo te he matado y a ti también, esposa, mísero de mi… Ya no sé ni cuál de los dos inclinarme a mirar. Todo aquello en que pongo mano sale mal y sobre mi cabeza se ha abatido un destino que no hay quien lleve a buen puerto Sacan los esclavos a Creonte, abatido, en brazos. Queda en la escena sólo con el coro; mientras desfila, recita el final el corifeo.

CORIFEO Con mucho, la prudencia es la base de la felicidad. Y, en lo debido a los dioses, no hay que cometer ni un desliz. No. Las palabras hinchadas por el orgullo comportan, para los orgullosos, los mayores golpes; ellas, con la vejez, enseñan a tener prudencia.

FIN




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