Heidi

Es que Clara nunca había visto las estrellas, porque, de noche, jamás había salido de casa, y, dentro de ella, la servidumbre cerraba las cortinas de las ventanas mucho antes de la aparición de los astros nocturnos. Y ahora, cada vez que cerraba los ojos para dormir, volvía a abrirlos nuevamente, para ver si todavía estaban en el firmamento aquellas dos estrellas grandes que brillaban más que las otras y que tan singulares señas hacían, como había dicho Heidi. Así continuó hasta que el cansancio la rindió, pero aun en sueños seguía viendo aquellos dos luceros del cielo.












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