—Sigue tu camino y que Dios te acompañe: sé que vas por el camino del honor— calló un momento. —¡Cómo te eché de menos en Bucarest! Necesitaba mandar a alguien…
Y, cambiando de tema, Kutúzov se refirió a la guerra con Turquía y a la paz concertada.
—Sí, me han criticado, y no poco, por la guerra y por la paz… Pero todo llega a su tiempo. Tout vient à point à qui sait attendre.[395] Y, sin embargo, allí no había menos consejeros que aquí…— y continuó, volviendo a un tema que evidentemente lo preocupaba. —¡Oh, los consejeros, los consejeros! Si hubiéramos escuchado a todos allá en Turquía, no habríamos logrado la paz ni habríamos terminado la guerra. Se quiere hacer todo de prisa y la prisa va para largo. Kámenski, de no haberse muerto, estaría perdido. Asaltaba las fortalezas con treinta mil hombres. Conquistar una fortaleza no es difícil: lo difícil es ganar la campaña, y para eso no es preciso ni asaltar ni atacar, lo único que se necesita es paciencia y tiempo. Kámenski envió a los soldados contra Ruschuk; y yo, sólo con tiempo y paciencia, he conquistado más fortalezas que él y he obligado a los turcos a comer carne de caballo.
Sacudió la cabeza.
—Y créeme, a los franceses les ocurrirá lo mismo— dijo Kutúzov animándose y golpeándose el pecho. —Les obligaré a comer carne de caballo.