Pero como si se hiciese adrede para él, la vista se prolongaba mucho: después de haber interrogado a los testigos y al perito, uno a uno, y después de todas las preguntas, hechas como de costumbre, con notable apariencia de innecesarias, por parte del fiscal y de los abogados defensores, el presidente invitó a los jurados a examinar las piezas de convicción, consistentes en una enorme sortija con un rosetón de brillantes, y el filtro, en el cual había sido analizado el veneno. Estos objetos estaban precintados y llevaban unas etiquetas.
Los jurados ya se disponían a examinar las piezas, cuando el fiscal volvió a incorporarse un poco y exigió que antes del examen de las piezas de convicción se diera lectura al informe del forense que había realizado la autopsia.
El presidente, que aceleraba el asunto cuanto podía, para llegar a tiempo a la cita con la suiza, aunque sabía muy bien que la lectura de este documento no podía tener otra consecuencia que el aburrimiento y retrasar la hora de la comida y que el procurador exigía esta lectura sólo porque conocía el derecho de exigirla, así y todo no pudo negarla y anunció su aprobación. El secretario alcanzó el papel y otra vez con pronunciación incorrecta de las letras l y r, empezó a leer con voz tristona:
Del examen exterior del cadáver, resulta que: