Máslova sacó el dinero que había metido en el pan, y le dio un billete a Korabliova. Ésta cogió el dinero y, aunque era analfabeta, lo examinó. Luego se lo enseñó a Joroshavka, que lo sabía todo, y así creyó que aquel papelito valía dos rublos y cincuenta cópecs, y fue a la estufa donde escondía la botella de vino.
Al ver esto, las mujeres que no eran vecinas de catre, se retiraron a sus respectivos sitios. Entre tanto, Máslova sacudió el polvo del pañuelo y del guardapolvo, se subió al catre y empezó a comer pan.
—Te estuve guardando té, no creas, pero se ha enfriado —dijo Fedosia, mientras alcanzaba de la balda una tetera de hojalata envuelta en un par de peales, y un vasito.
El brebaje estaba completamente frío y tenía más sabor a hojalata que a té, pero Máslova llenó el vasito y se puso a beber mientras masticaba pan.
—Toma, Finashka —gritó, partiendo un pedazo de pan, y se lo dio al niño que le miraba la boca.
Mientras, Korabliova trajo la botella de vino y un vaso. Máslova les ofreció a Korabliova y a Joroshavka. Estas tres presas representaban a la aristocracia de la sala, porque tenían dinero y se repartían lo que poseían.