Al dÃa siguiente, Nejliúdov fue a casa del abogado y le explicó el caso de los Menshov, rogándole que se hiciera cargo de la defensa. El abogado escuchó el relato y dijo que estudiarÃa el asunto, y si todo era tal como lo contaba Nejliúdov —lo cual era muy posible—, sin remuneración alguna se harÃa cargo de la defensa. Nejliúdov, además, le habló de los ciento treinta hombres detenidos por negligencia, le preguntó de quién dependÃa aquello y quién era el culpable. El abogado guardó silencio, sin duda queriendo contestar con exactitud.
—¿Quién tiene la culpa? Nadie —respondió con decisión—. DÃgaselo al fiscal, contestará que la culpa es del gobernador, dÃgaselo al gobernador, y dirá que la culpa es del fiscal. Nadie tiene la culpa.
—Ahora mismo voy a ir a casa de Máslennikov y se lo voy a decir.
—Bueno, pero es inútil —comentó el abogado sonriendo—. Es un… ¿No es un familiar ni amigo? Pues permÃtame que lo diga, es un alcornoque y al mismo tiempo un animal astuto.
Nejliúdov, recordando lo que decÃa Máslennikov del abogado, no contestó nada. Se despidió y fue a casa de Máslennikov.