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XXXI

La partida de presidiarios en la que debía marchar Máslova estaba señalada para el 5 de julio. Nejliúdov se había preparado para seguirla ese mismo día. La víspera de su partida llegó a la ciudad su hermana, acompañada de su marido, para entrevistarse con Nejliúdov.

La hermana de Nejliúdov, Natalia Ivánovna Ragózhinskaya, era diez años mayor que él, que se había educado en parte bajo su influencia. La había querido mucho cuando era niño, y poco antes de su matrimonio se habían unido estrechamente como si fueran de la misma edad: ella era una muchacha de veinticinco años y él un chico de quince. Por aquel entonces estaba enamorada del difunto amigo Nikólienka Irtiénev. Ambos querían a Nikólienka y apreciaban en él y en sí mismos lo que tenía de bueno, lo que une a toda la gente.

Desde entonces, los dos se habían pervertido: él con su servicio militar y con otro tipo de vida; ella, por su matrimonio con un hombre a quien quería sensualmente, pero a quien no apreciaba en aquello que un día fue para ella y Dimitri lo más sagrado y querido. Y este hombre ni siquiera lo entendía y juzgaba aquellas tendencias hacia el perfeccionamiento moral y el servicio a la gente —para lo que ella y su hermano vivían entonces— como lo único que él podía comprender: el amor propio y el deseo de destacarse entre los demás.

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