Cuando Nejliúdov llegó a la estación, los presos estaban sentados en los vagones tras las ventanillas enrejadas. En el andén había varias personas que fueron a acompañarlos, pero no les dejaban acercarse a los vagones. Los soldados de la escolta estaban más preocupados que de costumbre. Durante el trayecto de la penitenciaría a la estación cayeron al suelo y murieron de insolación, aparte de aquellos dos hombres que había visto Nejliúdov, otros tres: uno había sido llevado —lo mismo que los primeros— a la comisaría más próxima, y los otros dos habían muerto en la misma estación.[96] A los de la escolta no les preocupaba el hecho de que hubieran muerto cinco hombres bajo su custodia, que podían estar vivos; eso les tenía sin cuidado. Les preocupaba el hecho de tener que llevar a cabo las diligencias que el reglamento exige en tales casos: entregar los cadáveres donde correspondía, con sus papeles y pertenencias y borrarlos de la lista de los que había que llevar a Nizhni. Eso exigía una multitud de diligencias, sobre todo en un día de tanto calor.