Las aventuras de Tom Sawyer

CAPÍTULO XXV

LLEGA un momento en la vida de todo muchacho rectamente constituido en que siente un devorador deseo de ir a cualquier parte y excavar en busca de tesoros. Un día, repentinamente, le entró a Tom ese deseo. Se echó a la calle para buscar a Joe Harper, pero fracasó en su empeño. Después trató de encontrar a Ben Rogers: se había ido de pesca. Entonces se topó con Huck Finn, el de las Manos Rojas. Huck serviría para el caso. Tom se lo llevó a un lugar apartado y le explicó el asunto confidencialmente. Huck estaba presto. Huck estaba siempre presto para echar una mano en cualquier empresa que ofreciese entretenimiento sin exigir capital, pues tenía una abrumadora superabundancia de esa clase de tiempo que no es oro.

—¿En dónde hemos de cavar?

—¡Bah!, en cualquier parte.

—¿Qué?, los hay por todos lados.

—No, no los hay Están escondidos en los sitios más raros…; unas veces, en islas; otras, en cofres carcomidos, debajo de la punta de una rama de un árbol muy viejo, justo donde su sombra cae a media noche; pero la mayor parte, en el suelo de casas encantadas.

—¿Y quién los esconde?

—Pues los bandidos, por supuesto. ¿Quiénes creías que iban a ser? ¿Superintendentes de escuelas dominicales?

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