Un par de semanas después de haber salido de la cueva fue Tom a visitar a Huck, el cual estaba ya sobradamente repuesto y fortalecido para oír hablar de cualquier tema, y Tom sabía de algunos que, según pensaba, habían de interesarle en alto grado. La casa del juez Thatcher le pillaba de camino, y Tom se detuvo allí para ver a Becky El juez y algunos de sus amigos le hicieron hablar, y uno de ellos le preguntó, con ironía, si le gustaría volver a la cueva. Tom dijo que sí y que ningún inconveniente tendría en volver.
—Pues mira —dijo el juez—, seguramente no serás tú el único. Pero ya hemos pensado en ello. No volverá nadie a perderse en la cueva.
—¿Por qué?
—Porque hace dos semanas que he hecho forrar la puerta con chapa de hierro y ponerle tres cerraduras. Y tengo yo las llaves.
Tom se quedó blanco como un papel.
—¿Qué te pasa, muchacho? ¿Qué es eso? ¡Que traigan agua enseguida!
Trajeron el agua y le rociaron la cara.
—Vamos, ya estás mejor. ¿Qué era lo que te pasaba, Tom?
—¡Señor juez, Joe el Indio está en la cueva!