Las aventuras de Tom Sawyer

—Pues que míster Jones se figura que va a dar un gran golpe contando aquí a la gente una cosa que nadie sabe; pero yo se la oí mientras se la decía a tía Polly el otro día, en secreto, y me parece que ya no tiene mucho de secreto para estas horas. Todo el mundo lo sabe y la viuda también, por mucho que ella quiera hacer como que no se ha enterado. Míster Jones tenía empeño en que Huck estuviera aquí. No podía lucir su gran secreto sin Huck, ¿sabes?

—¿Qué secreto, Sid?

—El de Huck siguiendo a los ladrones hasta aquí. Me figura que míster Jones iba a darse mucho tono con su sorpresa, pero le va a fallar.— Y Sid parecía muy contento y satisfecho.

—Sid, ¿has sido tú el que lo ha dicho?

—No importa quién fuese. Alguien lo ha dicho, y con eso basta.

—Sólo hay una persona en el pueblo lo bastante baja para hacer eso, y ése eres tú, Sid. Si tú hubieras estado en lugar de Huck, te hubieras escurrido por el monte abajo y no hubieras dicho a nadie una palabra de los ladrones. No puedes hacer más que cosas bajas y no puedes ver que elogien a nadie por hacerlas buenas. Toma, y «no des las gracias», como dice la viuda. Y Tom sacudió a Sid un par de guantadas y le ayudó a ir hasta la puerta a puntapiés.

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